Es como con el cuerpo. Como con las partes del cuerpo. Demasiadas veces se ha dicho que es necesario perder algo –a veces basta creer que vamos a perderlo- para valorarlo. Pienso que todo parte incluso antes: en el dolor. Uno no toma conciencia de su dedo hasta que, por algún motivo, se le hiere. Basta un pequeño corte, una ampolla, una quemadura, para tener conciencia en todo momento de que ese dedo está allí; para que el dedo comience a ser más importante que el resto de nuestro cuerpo. Para que nos vayamos convirtiendo en un cerebro que piensa en función de ese dedo, en un corazón que siente por ese dedo, en un cuerpo que se mueve a pesar de ese dedo. Basta que algo nos duela para que no podamos desprendernos de ello, a veces en el afán de recordar y revivir cada momento ese dolor; a veces, por querer huir de aquello que no podemos dejar de sentir.*

-Andrea Maturana