Los dos cielos

Ella teme saltar. Teme la tenue lámina del agua, es
decir el borde agudo de sí misma y ese vaho sobre la
superficie, esa duplicación de cielos. Teme saltar,
como si la esperara un país neurótico,
resurrecciones, islas cantadas y vacías como
fotografías de algo que no existe. En su corazón
sopla un viento tan rojo. Atraído por la perfección
del reflejo su cuerpo, pájaro fascinado por el
perdigón, podría perderse y la niña, esa mirada que
parte en dos la mañana. Sufrir y también dejar de
sufrir. Qué haría sin la memoria de esa muchacha
dulce, sin esas músicas que tranquilizan porque son
tristes, ese goce entrenado como un perro, luna
ambigua. Ella teme saltar. Ella ama el lugar del que
huye.

María Negroni